Lo mejor de la escena independiente se construye con historias pequeñas que se vuelven importantes con el paso del tiempo. Nadie puede adivinar por qué ni cuánto tiene que pasar para que eso suceda. En los 90 y principios de los 2000, los mejores grupos estatales nacían por amistad, aprendían a tocar juntos, grababan como podían, tocaban donde podían y, si tenían suerte, lograban editar con un sello y salir en algunos medios alternativos. Nadie sabía si lo que hacían era 100% original o si sus discos seguirían siendo escuchados veinte años después, pero tampoco importaba: había que vivir el momento. Madee fueron uno de esos grupos y BCore uno de esos sellos. Y aquí estamos, veinte años más tarde, confirmando lo que solo intuíamos: que los escasos cinco años en los que Madee estuvieron activos (de 2002 a 2007) antes de volver a retomar la actividad en 2021 fueron brillantes, únicos e irrepetibles, y esa excelencia ayudó a elevar la calidad de todo un estilo –el emo hecho en la península– como ninguna banda lo hizo antes ni consiguió hacerlo después.
Pepo Márquez
