Greg es un tipo que ahora deberá tener unos 35 años. No sabemos como se apellida, pero sí que pertenecía a la US Navy, que a principios de los 90 estaba instalado en la base militar de Rota, Cádiz, y que por aquel entonces le gustaban Bad Religion, Jawbreaker y Superchunk. Nada tiene todo esto de especial salvo por un detalle: un día les hizo escuchar sus discos a sus amigos españoles de rota con los que patinaba, y estos, a su vez a Dani y Rafa, amiguetes desde la infancia. Y no sabe la que lió, pues dio el primer disparo de la carrera musical de estos dos chicos, que poco después fundarían los GAS Drummers desde su Jerez natal , a media hora de la base militar de Rota. Así pues, no es de extrañar que GAS Drummers se haya convertido a través de los años en el referente absoluto del punk-rock andaluz, por trayectoria, por proyección internacional y por calidad. El que empezó siendo un grupo de hardcore melódico heredero de las escuelas Epitaph y Lookout! nos presenta su cuarto trabajo, sin duda alguna, el más maduro, trabajado y con mejores canciones de su carrera. Pero, eso sí, alejados como nunca de ese hardcore melódico que les vio nacer. Tras Proud to be nothing (Slide chorus, 2000) y The true charm of bourgeoise (WPR, 2002), discos de cabecera para entender el punk-rock patrio, ficharon por BCore para ofrecernos un disco diferente a lo que nos tenían acostumbrados. Se habían acabado las velocidades de vértigo y el deje hardcoreta de sus anteriores discos, y Dialectics (Bcore, 03) aparecía como la nueva y más limpia cara de un grupo con una capacidad extraordinaria para crear himnos comprometidos cultural y políticamente, ahora arropados por unas redondas composiciones a medio tiempo, cercanas al sonido de grupos como Farside, Shades Apart o Moving Targets. Y esa línea inaugurada entonces llega a su máximo esplendor con Standards down (Bcore, 06), dónde el hardcore brilla por su ausencia para dar lugar a un sonido pulcro y equilbrado, próximo al rock independiente americano más clásico (Late Night Conversations), con un tinte mucho más pop gracias a unos estribillos perfectamente engrasados (Kids in my town), con momentos de intimidad folk (All that’s left behind) y de furia rockera (July graves). Un brillante ejercicio de re-invención natural y coherente, hecho con más inteligencia y sentimiento que nunca. El responsable, un Paco Loco que desde la grabación de Dialectics se ha involucrado y comprometido como nunca con ellos, siendo prácticamente un quinto miembro, grabando varios instrumentos e inculcándoles su amor por el rock americano y poniéndoles en contacto con la escena Americana de Jayhawks y Steve Wynn (sus amiguetes, vaya). Todo ello convierte a GAS Drummers en un grupo único en su especie, comprometido, rebosante de talento e ideas y experto en girar y girar, como han hecho durante años, desde Jerez a Montreal, desde el Puerto de Santa María a Manchester y desde Cádiz a Praga. Y que pese su dilatada y activa trayectoria, pese a una madurez que les hace huír sin temor de prejuicios, y pese a una cada vez mayor amplitud de miras, sigue sonando a GAS Drummers.