En el cuento original, Cenicienta acaba asesinando a su madrastra para que su padre se case con otra mujer. Los hermanos Grimm reservaron un sádico final para la historia de Blancanieves, que se cierra con la malvada reina muriendo después de ser obligada a danzar con un par de zapatos forjados en hierro al rojo vivo. Y, por su parte, la Sirenita de Hans Christian Andersen bebe una poción para poder vivir en tierra firme sabiendo que los efectos secundarios le harán sentir un punzante dolor a cada paso, como si estuviera pisando mil cuchillos. Por si fuera poco, el Príncipe acaba casándose con otra mujer y la Sirenita se arroja al mar, donde se convierte en espuma y desaparece por siempre jamás Nos hemos acostumbrado de una forma tan naif a los finales felices que cualquiera diría que el inconsciente colectivo lleva años intentando enterrar el hecho de que, en sus orígenes, los cuentos para niños abrazaban sanamente el lado oscuro del ser humano.
Muchos se empeñaron en los inicios de Animic en comparar su música con un cuento de final feliz donde los colores vivos confluían en eternos arcoíris y donde la Naturaleza se celebraba como el añorado Paraíso Perdido. Parte de verdad había en este tipo de apreciaciones, pero también hay que reconocer que bajo las canciones de Animic siempre latió una sombra, como una segunda piel que, desde la profundidad, reclamaba una atención que no todo el mundo parecía dispuesto a proporcionarle. Todo cambió con Hannah, un disco en el que la sombra se extendió hacia la primera piel como una pandemia observada en una cámara lenta que revelaba patrones inéditos de una belleza inusual. Ya entonces, Animic parecían susurrar en nuestro sueño auto-inducido para avisarnos de que este cuento no quería tener un final feliz.
No parece fortuito que, después del título femenino de Hannah, el nuevo escalón en la discografía de Animic llegue bajo el nombre de Hannibal: ¿un golpe de estado de la masculinidad sobre una mesa en la que siempre habían primado unas emociones más amables? ¿Un llamamiento a filas para todos aquellos que nos dejamos arrullar por las emociones cálidas que siempre han exudado las canciones de esta banda? Ni blanco ni negro. Si bajo las emociones dulces de las canciones de sus inicios ya latía la mencionada sombra, sería absurdo creer que ahora sólo existe la oscuridad: Animic siempre han demostrado que lo suyo es conseguir que las dualidades convivan en un mismo espacio casi mítico, plenamente atávico.
Y, aun así, la tentación de la coartada masculina es demasiado grande. La irrupción de Ares en los dominios de Apolo es demasiado evidente. Hannibal está repleto de cantos de guerra brutales (como el mismo tema titular: el canto de una guerra en la que las únicas armas disponibles son los huesos de los cadáveres que van quedando detrás), de referencias bélicas llevadas al terreno de Animic (esa Wooden Gun que suena a dulce maldición de tristeza etérea destinada a dejar al descubierto el carácter efímero del triunfo en el campo de batalla), de huesos, calaveras y serpientes (¿se necesitan más explicaciones ante títulos como El Crani i La Serp o Skeletons?). Pero también de mantras (Rei Blanc) y oraciones (LOració) que parecen destinadas a dar fuerzas al guerrero antes de que se arroje a una batalla que se prevé sangrienta. E incluso de una salva de metralla como ShootEm, un tema que rasga el velo de la realidad anteriormente conocida como Animic para abrir todo un nuevo mundo de posibilidades todavía imponderables.
¿A alguien le sorprende tanta referencia bélica en un texto sobre Animic? Puede que, al fin y al cabo, esto venga dado por el signo de los tiempos. Al cierre del reciente Festival de Cannes, Ángel Quintana escribía un preclaro texto para Cuadernos de Cine en el que hablaba de la sorprendente relación entre la crisis de la democracia como sistema social (supuestamente) humanista y el alarmante aumento de violencia en la mayor parte de los films presentados en el certamen. Dice el crítico cinematográfico que esta violencia desmesurada es la única salida que parece quedarle a una civilización que se está despertando de su letargo para descubrir que el sueño que creían soñar era más bien una pesadilla en la que se han ido recortando la moral, la humanidad, la empatía, la dignidad. Y a lo mejor estoy menado fuera de tiesto, pero a mi Hannibal me suena a que Animic no sólo demuestran que su cuento siempre supo que no tendría un final feliz También dejan bien claro que este cuento siempre fue mucho más real de lo que todos pensamos.
Texto: Raül de Tena